Por la tarde, los altavoces zumban tranquilamente en modo inactivo, hay café delicioso y vigorizante de una máquina de portafiltro grande y engorrosa. La cerveza, el cava y el vino ya están esperando entre bastidores. Hay olor a fundas de cartón y a historia, porque el vinilo es el soporte preferido de los jinetes del disco y los tostadores. En general, es una reunión variopinta de amantes y conocedores de la música jamaicana de alrededor de 1959 en adelante.
Por la noche, haga cola frente a las torres de altavoces para recibir un tonificante masaje en el bajo vientre y deje que la relajación de la gente -cuyos orígenes no logramos desentrañar- le calme.
Un lugar lleno de gente pacata.